viernes, 17 de julio de 2009

¿Doctor, entonces me voy a quedar rullío, mordío y sin un chele?

Todo el día lo había pasado curricaneando a alguien a quien pudiera arrancarle unos pesos para comer y no había tenido suerte. El sol había radiado calor durante toda la faena con una intensidad que lo hacía sudar. Ya había recorrido inútilmente todas las rutas por donde transitaban los políticos a los que podía picar y nada...

El tenía muchos amigos en todos los partidos y movimientos. Hasta en los de la izquierda. Aunque estos últimos siempre estaban quebrados y no valía la pena perder el tiempo con ellos pidiéndole algo. A los que les sacaba más provecho eran a los que estaban gobernando o a los que creían que ganarían las próximas elecciones, que son casi todos. Por supuesto que estos últimos eran aprovechables sólo durante los últimos 6 meses de campaña electoral, que -gracias a Dios por ello- en el país habían decidido realizarlas cada 2 años, por lo que casi siempre había tiempo de zafra, y se picaba bien.

Pero ese día parecía ser el peor del año, porque ya había estado frente al ayuntamiento esperando al síndico y nada. Tampoco aparecían ni el tesorero, ni ningún regidor, que nunca se les negaban. Había estado en las oficinas de Coraaplata, esperando al ingeniero y tampoco tuvo suerte. En los dos muelles, en Obras Publicas y nada… Estuvo en la Beller con Separación durante varias horas y no pasaba nadie que lo amparara… todos se habían esfumado ese día y parecía que ya no conseguiría lo del pollo frito y la brugalita para dormir. El había sido compañero de muchos de ellos en la escuela, pero por razones de desinterés en los estudios no pudo terminar el bachillerato. Estando en primero de bachillerato había montado una rifa de aguantes y le estaba yendo bien, por lo que pensó que no perdería más tiempo estudiando.

Ya el hambre lo estaba mareando y un golpe de sazón que le llegó a la nariz desde el puesto de riquitaquis de la Duarte, lo empeoró. Recordó que a esa hora llegaba el gobernador a su casa, por lo que decidió ir allá. Quedaba algo lejos, pero ese sí que no le fallaba nunca porque era un hombre popular. Iba pensando en la historia que le haría, porque tenía que ser diferente a la anterior. Gracias a Dios que tenía buena memoria, lo que le permitía no repetirle el mismo cuento. Ya había enterrado a todos sus tíos y tías y no podía decirle que necesitaba comprar lo que se necesitaba para el velorio. Ya había enfermado gravemente como 10 veces a su madre y el cuento de las medicinas se le hacía cada vez más difícil. Siguió pensando en qué cosa decirle. Tenía que ser impactante para que lo conmoviera mucho y lo que le sacara del bolsillo, fuera jugoso.

La casa lucía solitaria y silente. No se veían los policías que normalmente cuidan el área. Una corazonada lo hizo casi llorar : -Ese hombre no está ahí, caramba- pensó, chasqueando los dientes - ¿y ahora, qué hago? - Se sentó en la acera del frente durante un rato, cuando de repente se les iluminaron los ojos.

--¡Doctor, Doctor, mi padre, mi pana, cuanto tiempo que no lo veía. Dios me le dé larga vida a usted y a todos sus hijos! -¿Cómo se siente? Usted se ve muy bien de salud. Caramba mi dóctor, que alegría me da verlo. Mire, estamos ganados, ese triunfo no nos los quita nadie. Sólo Dios podría cambiar las cosas y él no se mete mucho en política- me dijo teatralmente -Mire mi carnet, siempre lo llevo encima –me lo mostró, pero por poco se equivoca al sacarlo de la cartera, porque tiene uno de cada partido. -Oiga, mi doctor, tíreme algo para la comida de mis hijos. Mire la hora que es y todavía no le he llevado nada-Siempre le había dado algo para cumplir con sus habladurías. Se acercó a la puerta de la casa para ayudarme a abrirla, cuando yo aún no me había bajado del vehículo y de repente, una chauchau media loca, que cuida la casa, metió la cabeza por las rejas y lo mordió en una pierna. El grito de dolor fue espantoso. Tuve que retroceder, montarlo en mi vehículo y llevarlo de inmediato a la clínica. Ahí le limpiaron la mordedura, le pusieron una antitetánica y le recetaron unos antibióticos. Cubrí todos los gastos y dos horas después fui a llevarlo a su casa. Ya se iba a desmontar, cuando de repente, con una cara patéticamente triste que logró componer me dijo :

-Doctor, ¿y no me va a tirar algo para la cena?- Me va a dejar con el pantalón rullío, la pierna mordía y sin un chele? No pude aguantarme y mientras me introducía la mano al bolsillo reí largamente.

La verdad es que para ejercer la profesión de vividor profesional hay que tener dotes de artista y mucho más.



rafelsantana@codetel.net.do

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