viernes, 10 de mayo de 2013

A 33 años de los Ciclones David y Frederic

Cuando me enseñaron el mapa de cómo llegar al lugar me estremecí, porque un compañero me describió lo peligroso que era viajar por esa carretera, llena de barrancos de hasta 200 metros de profundidad. Había que llegar a una localidad llamada Cambita-Garabito y ahí comenzaba la pesadilla; unos veinticinco kilómetros de caminos tortuosos, montañosos, resbaladizos y peligrosos, que termina en un pequeño poblado que para la época no pasaba de unos 2000 habitantes llamado El Cacao. 

Acepté ir allí porque necesitaba terminar mi pasantía de ley y porque estaba relativamente cerca de la ciudad de San Cristóbal, la cual había sido destruida por la tormenta David, dos días atrás, incluyendo mi casa. Llegué a trabajar temprano el 2 de septiembre del año 1979. Me recibieron dos enfermeras y una trabajadora de limpieza. Aquello daba pena. El techado completo, las ventanas y las puertas del local habían sido arruinadas por los vientos. 

 Comencé a dar consultas de inmediato en un rinconcito, porque una enorme cantidad de personas buscaba remedios para sus males. Seis horas después me llevaron al lugar donde iba a alojarme; una pequeña habitación sin baño situada en el patio frontal del colmado de don Nicanor Stubbs Santamaría. Esa primera noche cené donde Don Rafael Subero y su esposa doña Josefina Emilia Isa, quienes me recibieron como a un hijo. En el patio de su casa cantó en una ocasión mi amigo de siempre Ramón Leonardo Blanco y mi hija Patricia Mariela. 

Al día siguiente, un sastre que vivía frente a la Clínica Rural, me prestó su mañosa mula para ir a visitar campo adentro a personas enfermas. -Oiga doctor; esta mula es muy esquiva. Cuando le vaya a colocar la silla, debe apretarle con mucha fuerza la oreja izquierda y hasta que no se la termine de poner no se la suelte, porque puede patearlo o morderlo- me dijo. -Otra cosa; si lo coge la noche cuando venga de allá para acá, suéltele el freno, no la maneje, porque ella conoce muy bien el camino y lo va a traer directo a la casa. 

Fíjese que por esos montes hay barrancas muy estrechas y peligrosas, donde sólo cabe un animal por vez y si usted trata de manejarla, podrían caerse por una de esas jardas- Así lo hice. Varias universidades mandaron a estudiantes que cursaban sus primeros semestres de medicina. Allí estaban los que después serian doctores, Juan Carlos Cruz, Elena Mora, Ramón García, Roberto Spitales y Dagoberto Rodríguez Adames, quien actualmente es senador por la provincia Independencia. 

Este, unos días después se cayó estrepitosamente de una mata de coco y lo tuve que enviar urgentemente a un hospital de la capital. Jamás lo he vuelto a ver. Pues bien; no habían pasado tres días cuando por radio se anunciaba otra tormenta tropical que recibía el nombre de Frederick, y para preocupación de los cacaoteños, decían que llevaba la misma trayectoria del David. Efectivamente, el ciclón entró por la misma ruta del David y aquello fue apoteósico, porque esta tormenta trajo más agua que vientos y los daños sufridos se multiplicaron. 

Al otro día muy temprano, vino muy sudorosa una de las enfermeras a tocarme la puerta de la habitación y decirme que fuera urgente para la clínica, porque uno de los estudiantes le estaba entregando medicamentos a los enfermos sin examinarlos previamente. Cuando llegué, le pregunté porqué lo hacía. -Mire, lo que pasa es que aquí hay más de doscientas personas enfermas y casi todos tienen lo mismo, por lo que yo le dije que levantaran la mano los que tuvieran diarrea y los coloqué de un lado. 

Luego les dije, “ahora levanten la mano los que tengan catarro” y los coloqué al otro lado y ahí comencé a darles las medicinas que sirven para eso- me explicó. Y agregó: - Si no lo hacemos así, vamos a estar aquí hasta la medianoche viendo gentes- Tuve que sonreír por su inocente propuesta y casi le di la razón, porque el estrés que todos sentíamos no era para menos.

jueves, 7 de febrero de 2013

Ya me tocó la Violencia

Ya eran las 11 y decidimos irnos temprano, porque teníamos temor de que algo nos pasara a esas horas de la noche. Soy de los que no les gusta la noche para fiestas. En realidad nunca he amanecido en una de ellas. Soy afortunadamente diurno, trabajo o disfruto durante el día y descanso toda la noche. 

Por eso me puedo levantar temprano y el día me rinde más que a muchos. Íbamos saliendo del hotel apresurados. Mi mujer se abrazaba de mí por la fría brisa de invierno que soplaba desde el norte y por el angustioso silencio que reinaba en el lugar. 

Yo iba tarareando la última canción que interpretó Wascar Banks en la fiesta, cuando de repente me pareció ver una sombra detrás de los carros estacionados. -Bueno, parece que hay problemas aquí- dije. Ella se asustó, pero teníamos que enfrentarlo porque ya no teníamos tiempo de devolvernos y no había guardias de seguridad. Consideré que la cosa era seria. -¿Qué le pasa a usted?- le gruñí algo asustado a un joven sujeto que se acercaba con una arma en la mano izquierda. 

Le dije a mi mujer que se apartara un poco, mientras yo me enfrentaba al salteador. -¿Que quieres?- le increpé. -No tenemos dinero, lo gastamos todo aquí. ¿Quieres el celular?... ¡tómalo!- Se lo acerqué con la mano derecha pero cuando ya estaba a punto de agarrarlo, giré mi cuerpo sobre la pierna izquierda, simulando que iba a devolverme y sin que el pipero se percatara de lo que hacía, le pegué una tremenda patata tipo Bruce Lee en la mano que sostenía el revólver que hizo que este volara lejos, y luego otras dos más sobre su cuerpo, que lo tumbaron al suelo. -Mi mujer gritó –¿pero, qué te pasa…? Yo aún no tenía conciencia de lo que estaba haciendo. 

Ella encendió el bombillo de la habitación y me preguntó de nuevo. Yo le contesté “nada… nada ha pasado…” Estaba nerviosa. Me enseñó su pierna izquierda algo amoratada por el golpe que yo le había propinado y le pedí excusas. Todo había sido una pesadilla en la cual yo gané el pleito, pero lo perdió ella. Me acosté de nuevo y al cerrar los ojos cambié el tema de aquella violenta fantasía para no repetir el último capítulo. Esta inseguridad nos tiene tan locos a todos, que hasta durmiendo nos afecta. 

dr-rafaelsantana@hotmail.com

Nos entrenan para ser Reyes y luego nos siquitrillan (sólo para hombres)

Los que pertenecemos al sexo masculino llevamos dentro una contradicción que comienza a desarrollarse desde temprana edad, porque nos crean ilusiones y expectativas que luego -cuando ya somos adultos y nos casamos- descubrimos de golpe que entran en total oposición con las reglas que debemos cumplir en el matrimonio con la mujer que nos unimos. 

Al nacer una criatura, si es macho, de inmediato aparece algún tío o compadre borrachón con una cerveza en la mano y le mojan los labios al recién nacido, como ritual de iniciación bautismal indicando con esto que ha nacido un macho que tendrá plena libertad durante toda su vida para hacer lo que le plazca. 

A los varones desde el nacimiento nos refuerzan constantemente los valores que se consideran importantes en todo hombre : libertad, masculinidad, valor, honorabilidad, caballerosidad, respeto, elegancia, simpatía, discresión. Veamos : Libertad : Constantemente me insuflaron la idea de que era libre. 

Cuando salía de la casa no necesitaba tener acompañantes, iba sólo a cualquier lugar, y en muchas ocasiones ni siquiera tenia que decir hacia dónde iba o de dónde venia, lo que ne daba una gratísima sensación de libertad de la cual no gozaban mis hermanas. Elegía mis amigos, el color de mi ropa, el tipo de corte de pelo y hasta el modelo de mis zapatos. Masculinidad : Desde niño me insuflaron la idea de que tenía que tener varias novias. También que nunca debía realizar quehaceres del hogar impropios para los hombres como lavar o planchar ropas, cocinar o limpiar el piso. 

Debia hablar con naturalidad y sin la musicalidad propia del sexo femenino. Igualmente caminar derecho, sin movimientos sospechosos de hombros y cadera, balanceando los brazos con naturalidad. Valor : Se me adiestró desde muy temprana edad a mover los puños por si tenía algúna pelea con un compañerito de la escuela o del barrio, cosa de que no me golpearan, y demostrar coraje y habilidad siempre, pués yo era un hombre al que debían respetar. 

Nunca debía acobardarme o llorar cuando estaba en problemas o me afectaba algun dolor. Debía tener muy claro que los hombres no lloran. Honorabilidad : Si alguna chica estaba conmigo y otro chico la molestaba, tenía que defenderla a toda costa, porque al ser su acompañante, debía considerar que era una ofensa directa hacia mí. Caballerosidad : Cuando una chica llegaba donde yo estaba y no había asientos disponibles, debía ponerme en piés y ofrecerle mi lugar (en una fiesta, en una guagua, etc.), como tampoco nunca negarme a hacerle algun favor Respeto : Debía respetar a las chicas, no importara lo que ellas hicieran siempre darle la razon y no tocarla ni con el pétalo de una rosa. 

Igualmente evitar a toda costa el uso de palabras o señales obscenas. Simpatía : Ser siempre afectuoso, agradable, cariñoso y amable con las mujeres y nunca ofenderlas. Discresión : Nadie debía saber nunca que una chica me besó o se dejó besar por mí. Era una expresión de inmaduréz o hasta de homosexualidad el que alguien lo supiera por mi boca. 

Tampoco publicar hechos que involucraran a otras personas sin una autorización previa, nunca chismear. Elegancia y buena compostura : Se me entrenó dia por dia a vestir con sencilléz, ropa planchada adecuadamente, nunca rota (cosida sí, pero no rota) y con correcta combinación de colores no chillones, mantenerme constantemente aseado, usar desodorantes para evitar los desagradables olores de las glándulas axilares y algún perfume, pero sin emperifollarse demasiado ni mucho menos usar alguna prenda que pudiera causar confusión (anillos muy llamativos, pantalones muy apretados, pañuelos en el cuello, pulseritas de cuero, etc.), usar zapatos siempre limpios, nunca dejarse crecer demasiado el pelo o las uñas y nunca mirarse durante mucho tiempo en el espejo. 

Todo ese entrenamiento al cual somos sometidos los hombres desde el nacimiento y en el cual participa toda la familia, se hace con el propósito de crearnos la ilusión de que somos los reyes, por lo que tenemos que comportarnos siempre como tales y demostrarlo. Pero esto se derrumba de golpe y porrazo al segundo dia del matrimonio, cuando todavía el cansancio y la resaca del dia anterior nos agobian cuando la flamante esposa, al ver que nos preparamos para salir a la calle nos pregunta : A dónde vas ? Ahí, en ése instante supremo de nuestras vidas, sin previo aviso, se nos cae todo el andamiaje que nos habían construído desde el nacimiento, pues nos enteramos de que acabamos de perder la más hermosa de todas las cualidades que nos enseñaron a disfrutar : la libertad. 

 dr-rafaelsantana@hotmail.com

¿Cultura de la pobreza o pobreza de la cultura?

Con frecuencia algunos pacientes me refieren que cuando alguien de su casa durante la noche presenta un malestar, como tienen dificultades para llevar el paciente al hospital o a la clínica, le preparan un poco de agua de azúcar con sal y muchísimas veces se mejoran. 

 Durante un tiempo he estado intrigado del porqué de esta mejoría, pues ¿qué beneficio puede dar tomar un poco de agua, azúcar y sal si lo que tiene ésta persona es un mal para el cual se requiere de algún medicamento específico? La explicación más fácil sería pensar que se trata de un acto de fe en el cual ponen toda sus esperanzas de sanación, sea en Dios, Jesucristo, la Virgen o algún algún santo de su devoción; pero debe haber algo más que eso, porque entonces, en vez de agua de azúcar con sal, cualquier líquido que se tomara debería ser beneficioso, sea un refresco, un vaso de leche o una cerveza negra (o blanca), pero no es lo mismo, lo que funciona es la fórmula mágica del agua de azúcar con sal. 

 Quizás sea una expresión de la “cultura de la pobreza”, que como explica muy bien el Uruguayo Mario Benedetti, debe diferenciarse de “la pobreza de la cultura”. La cultura de la pobreza es la inventiva natural de los pueblos pobres, que frente a la falta de recursos económicos o tecnológicos, resuelven sus problemas cotidianos con ideas e iniciativas asombrosas. 

Mientras que la pobreza de la cultura es la falta de creatividad de un pueblo, que a pesar de poseer suficientes recursos económicos y técnicos para su progreso y desarrollo, no tiene elementos culturales propios que lo identifiquen, ni herramientas de índole intelectual o artístico que le permitan desarrollar ideas innovadoras. Nuestro país ha vivido durante siglos bajo condiciones materiales de existencia muy estrechas, lo que ha hecho que muchos ciudadanos se sientan en capacidad de resolver cuestiones de cualquier naturaleza, incluyendo cosas tan delicadas como lo es la salud de una persona. 

 Por ejemplo, si usted va en una guagua de transporte público y tose, varias de las personas que le rodean en vez de decirle que debe visitar a un neumólogo, porque es el médico especializado en problemas pulmonares, de inmediato le recetan un remedio casero o un medicamento que se vende en la farmacia y que a su vez le había servido a ellos para curarse de ése problema y le juran, que en cuanto a efectividad se refiere es “lo único, lo mejor, un cuchillo”. 

 Así también popularmente existe la creencia de que hay enfermedades que los médicos no saben curar, por lo que deben ser tratadas por un brujo o un curandero. La lista es larguísima, ahí van algunas : El pecho apretao (bronco espasmo o asma), el reumatismo y la artritis (inflamación de las articulaciones de los huesos), el pasmo (parálisis facial), el padrejón (cólicos abdominales), la madre (cualquier enfermedad uterina), la gota (epilepsia), el colerín (diarrea aguda con hemorragia), las piedras (litiasis renal), el empacho (dispepsia o indigestión), el mal de ojo (cualquier enfermedad recurrente de un niño producida por loa mirada insana de una persona mala), la precundía (hipocondría o psicosis depresiva), el viento (dolor fijo localizado en el tórax, de origen muscular, óseo o neural), la erisipela, (infección de la piel producida por estreptococos en una de las piernas), la culebrilla (infección por virus herpes zoster que se manifiesta en la piel), nacío ciego (absceso o infección de la piel por estafilococos), almorranas (hemorroides), desvelo (insomnio), rasquiña (escozor de la piel de causas variadas), lombrices (parásitos intestinales), sapito (moniliasis bucal), flor blanca (moniliasis vaginal o uretral), boquera (avitaminosis B), mal de amores (stres o tensión nerviosa originada por un desamor), demonios (esquizofrenia) y picaduras de cacatas (tratadas muy peculiar y simpáticamente por ellos, pues se debe ingerir heces fecales para no morir). 

 Para todas ellas hay botellas preparadas mediante hojas, yerbas, raíces, ensalmos, sahumerios y otras cosas peores, que suelen ser recetadas por un curandero o un brujo, los cuales con la ayuda de alguna entidad sobrenatural y misteriosa engañan a creyentes incautos que padecen de males que desde hace mucho tiempo son resueltos por la ciencia y la tecnología de manera rápida y efectiva. ¿Es cultura de la pobreza o pobreza de la cultura? 

 dr-rafaelsantana@hotmail.com

¿ Porqué les gusta el peligro a la juventud ?

Quiero escribir sobre algo que siempre me ha preocupado : existe un alto porcentaje de personas que no hacen caso a los consejos que reciben de parte de amigos, familiares y médicos, con respecto a cosas que hacen que pudieran llevarlos a la muerte antes de tiempo. Si usted abre cualquier periódico, de cualquier país, y busca las noticias sobre personas muertas en accidentes, de inmediato leerá, que el 90 por ciento de los fallecidos son jóvenes. 

 Estos regularmente manejan niveles elevados de adrenalinas y muchos se hacen adictos a ella. La adrenalina es una hormona propia de nuestro cuerpo que se produce en las glándulas suprarrenales -situadas encima de los riñones- y que tiene como función activar el sistema de defensa frente al peligro, haciendo que suba el nivel de azúcar en sangre, suba la presión arterial, aumente la frecuencia cardiaca (taquicardia), aumente la frecuencia respiratoria (para mejorar la oxigenación del cuerpo) y se dilaten las pupilas (para ver mejor todo). 

 Cuando vemos a jóvenes levantando la rueda delantera de sus motocicletas a alta velocidad, estamos en presencia de alguien que disfruta de tener niveles elevados de adrenalina, porque el cerebro sabe que al levantar las ruedas, ese joven está en peligro de tener un accidente y podría morir en cualquier momento, por lo que manda un aviso a las glándulas suprarrenales de que debe de bombear adrenalina a la sangre para prepararse y actuar con rapidez, fuerza e inteligencia cuando ocurra aquello. 

 Cuando vemos a jóvenes manejar vehículos a altas velocidades, desafiando el peligro y hasta causando accidentes que le producen la muerte a ellos o a otras personas que jamás pensaron que ese día morirían o quedarían con lesiones permanentes en sus cuerpos (parálisis, piernas rotas o cortadas, etc.), se trata de jóvenes que disfrutan del peligro por la acción de esas hormonas adrenérgicas. 

Los deportes peligrosos son propios de la juventud. Aunque siempre hay excepciones -la regla lo dice : no hay reglas sin excepción- raramente veremos a un viejo practicando boxeo con otro viejo. Nadie verá a un viejo lanzándose en paracaídas. Es a los jóvenes a quienes les gusta desafiar a la muerte. ¿Quién de nosotros no estuvo en peligro de morir en algún momento de sus días juveniles? ¿No recordamos que siendo pequeños estábamos subidos en una mata muy alta -privando en Tarzán- nos caímos, nos partimos un brazo y por poquito nos matamos? ¿Ya no recordamos el día en que nos tiramos al mar o a un río, sin saber nadar bien y nos estábamos ahogando? ¿Ya se nos olvidaron los matazos que nos dimos al caernos de los columpios, de los subibajas, de los patines, de las patinetas y de las bicicletas, al actuar con temeridad juvenil? ¿Se nos fue de la memoria que siendo adolescentes, por poco morimos intoxicados, luego de haber ingerido bebidas alcohólicas en exceso, porque algunos amiguitos se inventaban competencias sobre quién era el más macho de todos? ¿Ya se nos olvidó que por manejar de manera torpe y atropellada un vehículo, por poco matamos a alguien y nos matamos nosotros también? 

DE Hoteles En Hoteles esos momentos pudimos haber muerto, pero estamos vivos. Ahora podemos decir que esos tropezones fueron positivos, porque nos ayudaron a moldear nuestro carácter y nuestra forma de ser. Aprendimos a ser comedidos y disciplinados, a no desafiar al peligro. Ya manejamos despacio, ya no nos subimos en arboles peligrosos, ya no nos bañamos en aguas profundas y peligrosas. Entonces, vamos a hablar con nuestros hijos, contémosles nuestras experiencias y las de otros, para que no les pase a ellos nada que tengan que lamentar ellos y nosotros como padres. 

 dr-rafaelsantana@hotmail.com