Quiero escribir sobre algo que siempre me ha preocupado : existe un alto porcentaje de personas que no hacen caso a los consejos que reciben de parte de amigos, familiares y médicos, con respecto a cosas que hacen que pudieran llevarlos a la muerte antes de tiempo. Si usted abre cualquier periódico, de cualquier país, y busca las noticias sobre personas muertas en accidentes, de inmediato leerá, que el 90 por ciento de los fallecidos son jóvenes.
Estos regularmente manejan niveles elevados de adrenalinas y muchos se hacen adictos a ella. La adrenalina es una hormona propia de nuestro cuerpo que se produce en las glándulas suprarrenales -situadas encima de los riñones- y que tiene como función activar el sistema de defensa frente al peligro, haciendo que suba el nivel de azúcar en sangre, suba la presión arterial, aumente la frecuencia cardiaca (taquicardia), aumente la frecuencia respiratoria (para mejorar la oxigenación del cuerpo) y se dilaten las pupilas (para ver mejor todo).
Cuando vemos a jóvenes levantando la rueda delantera de sus motocicletas a alta velocidad, estamos en presencia de alguien que disfruta de tener niveles elevados de adrenalina, porque el cerebro sabe que al levantar las ruedas, ese joven está en peligro de tener un accidente y podría morir en cualquier momento, por lo que manda un aviso a las glándulas suprarrenales de que debe de bombear adrenalina a la sangre para prepararse y actuar con rapidez, fuerza e inteligencia cuando ocurra aquello.
Cuando vemos a jóvenes manejar vehículos a altas velocidades, desafiando el peligro y hasta causando accidentes que le producen la muerte a ellos o a otras personas que jamás pensaron que ese día morirían o quedarían con lesiones permanentes en sus cuerpos (parálisis, piernas rotas o cortadas, etc.), se trata de jóvenes que disfrutan del peligro por la acción de esas hormonas adrenérgicas.
Los deportes peligrosos son propios de la juventud. Aunque siempre hay excepciones -la regla lo dice : no hay reglas sin excepción- raramente veremos a un viejo practicando boxeo con otro viejo. Nadie verá a un viejo lanzándose en paracaídas. Es a los jóvenes a quienes les gusta desafiar a la muerte.
¿Quién de nosotros no estuvo en peligro de morir en algún momento de sus días juveniles? ¿No recordamos que siendo pequeños estábamos subidos en una mata muy alta -privando en Tarzán- nos caímos, nos partimos un brazo y por poquito nos matamos? ¿Ya no recordamos el día en que nos tiramos al mar o a un río, sin saber nadar bien y nos estábamos ahogando? ¿Ya se nos olvidaron los matazos que nos dimos al caernos de los columpios, de los subibajas, de los patines, de las patinetas y de las bicicletas, al actuar con temeridad juvenil? ¿Se nos fue de la memoria que siendo adolescentes, por poco morimos intoxicados, luego de haber ingerido bebidas alcohólicas en exceso, porque algunos amiguitos se inventaban competencias sobre quién era el más macho de todos? ¿Ya se nos olvidó que por manejar de manera torpe y atropellada un vehículo, por poco matamos a alguien y nos matamos nosotros también?
DE Hoteles En Hoteles esos momentos pudimos haber muerto, pero estamos vivos. Ahora podemos decir que esos tropezones fueron positivos, porque nos ayudaron a moldear nuestro carácter y nuestra forma de ser. Aprendimos a ser comedidos y disciplinados, a no desafiar al peligro. Ya manejamos despacio, ya no nos subimos en arboles peligrosos, ya no nos bañamos en aguas profundas y peligrosas.
Entonces, vamos a hablar con nuestros hijos, contémosles nuestras experiencias y las de otros, para que no les pase a ellos nada que tengan que lamentar ellos y nosotros como padres.
dr-rafaelsantana@hotmail.com
0 comentarios:
Publicar un comentario