Con frecuencia algunos pacientes me refieren que cuando alguien de su casa durante la noche presenta un malestar, como tienen dificultades para llevar el paciente al hospital o a la clínica, le preparan un poco de agua de azúcar con sal y muchísimas veces se mejoran.
Durante un tiempo he estado intrigado del porqué de esta mejoría, pues ¿qué beneficio puede dar tomar un poco de agua, azúcar y sal si lo que tiene ésta persona es un mal para el cual se requiere de algún medicamento específico?
La explicación más fácil sería pensar que se trata de un acto de fe en el cual ponen toda sus esperanzas de sanación, sea en Dios, Jesucristo, la Virgen o algún algún santo de su devoción; pero debe haber algo más que eso, porque entonces, en vez de agua de azúcar con sal, cualquier líquido que se tomara debería ser beneficioso, sea un refresco, un vaso de leche o una cerveza negra (o blanca), pero no es lo mismo, lo que funciona es la fórmula mágica del agua de azúcar con sal.
Quizás sea una expresión de la “cultura de la pobreza”, que como explica muy bien el Uruguayo Mario Benedetti, debe diferenciarse de “la pobreza de la cultura”.
La cultura de la pobreza es la inventiva natural de los pueblos pobres, que frente a la falta de recursos económicos o tecnológicos, resuelven sus problemas cotidianos con ideas e iniciativas asombrosas.
Mientras que la pobreza de la cultura es la falta de creatividad de un pueblo, que a pesar de poseer suficientes recursos económicos y técnicos para su progreso y desarrollo, no tiene elementos culturales propios que lo identifiquen, ni herramientas de índole intelectual o artístico que le permitan desarrollar ideas innovadoras.
Nuestro país ha vivido durante siglos bajo condiciones materiales de existencia muy estrechas, lo que ha hecho que muchos ciudadanos se sientan en capacidad de resolver cuestiones de cualquier naturaleza, incluyendo cosas tan delicadas como lo es la salud de una persona.
Por ejemplo, si usted va en una guagua de transporte público y tose, varias de las personas que le rodean en vez de decirle que debe visitar a un neumólogo, porque es el médico especializado en problemas pulmonares, de inmediato le recetan un remedio casero o un medicamento que se vende en la farmacia y que a su vez le había servido a ellos para curarse de ése problema y le juran, que en cuanto a efectividad se refiere es “lo único, lo mejor, un cuchillo”.
Así también popularmente existe la creencia de que hay enfermedades que los médicos no saben curar, por lo que deben ser tratadas por un brujo o un curandero. La lista es larguísima, ahí van algunas :
El pecho apretao (bronco espasmo o asma), el reumatismo y la artritis (inflamación de las articulaciones de los huesos), el pasmo (parálisis facial), el padrejón (cólicos abdominales), la madre (cualquier enfermedad uterina), la gota (epilepsia), el colerín (diarrea aguda con hemorragia), las piedras (litiasis renal), el empacho (dispepsia o indigestión), el mal de ojo (cualquier enfermedad recurrente de un niño producida por loa mirada insana de una persona mala), la precundía (hipocondría o psicosis depresiva), el viento (dolor fijo localizado en el tórax, de origen muscular, óseo o neural), la erisipela, (infección de la piel producida por estreptococos en una de las piernas), la culebrilla (infección por virus herpes zoster que se manifiesta en la piel), nacío ciego (absceso o infección de la piel por estafilococos), almorranas (hemorroides), desvelo (insomnio), rasquiña (escozor de la piel de causas variadas), lombrices (parásitos intestinales), sapito (moniliasis bucal), flor blanca (moniliasis vaginal o uretral), boquera (avitaminosis B), mal de amores (stres o tensión nerviosa originada por un desamor), demonios (esquizofrenia) y picaduras de cacatas (tratadas muy peculiar y simpáticamente por ellos, pues se debe ingerir heces fecales para no morir).
Para todas ellas hay botellas preparadas mediante hojas, yerbas, raíces, ensalmos, sahumerios y otras cosas peores, que suelen ser recetadas por un curandero o un brujo, los cuales con la ayuda de alguna entidad sobrenatural y misteriosa engañan a creyentes incautos que padecen de males que desde hace mucho tiempo son resueltos por la ciencia y la tecnología de manera rápida y efectiva.
¿Es cultura de la pobreza o pobreza de la cultura?
dr-rafaelsantana@hotmail.com
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