jueves, 7 de febrero de 2013

Nos entrenan para ser Reyes y luego nos siquitrillan (sólo para hombres)

Los que pertenecemos al sexo masculino llevamos dentro una contradicción que comienza a desarrollarse desde temprana edad, porque nos crean ilusiones y expectativas que luego -cuando ya somos adultos y nos casamos- descubrimos de golpe que entran en total oposición con las reglas que debemos cumplir en el matrimonio con la mujer que nos unimos. 

Al nacer una criatura, si es macho, de inmediato aparece algún tío o compadre borrachón con una cerveza en la mano y le mojan los labios al recién nacido, como ritual de iniciación bautismal indicando con esto que ha nacido un macho que tendrá plena libertad durante toda su vida para hacer lo que le plazca. 

A los varones desde el nacimiento nos refuerzan constantemente los valores que se consideran importantes en todo hombre : libertad, masculinidad, valor, honorabilidad, caballerosidad, respeto, elegancia, simpatía, discresión. Veamos : Libertad : Constantemente me insuflaron la idea de que era libre. 

Cuando salía de la casa no necesitaba tener acompañantes, iba sólo a cualquier lugar, y en muchas ocasiones ni siquiera tenia que decir hacia dónde iba o de dónde venia, lo que ne daba una gratísima sensación de libertad de la cual no gozaban mis hermanas. Elegía mis amigos, el color de mi ropa, el tipo de corte de pelo y hasta el modelo de mis zapatos. Masculinidad : Desde niño me insuflaron la idea de que tenía que tener varias novias. También que nunca debía realizar quehaceres del hogar impropios para los hombres como lavar o planchar ropas, cocinar o limpiar el piso. 

Debia hablar con naturalidad y sin la musicalidad propia del sexo femenino. Igualmente caminar derecho, sin movimientos sospechosos de hombros y cadera, balanceando los brazos con naturalidad. Valor : Se me adiestró desde muy temprana edad a mover los puños por si tenía algúna pelea con un compañerito de la escuela o del barrio, cosa de que no me golpearan, y demostrar coraje y habilidad siempre, pués yo era un hombre al que debían respetar. 

Nunca debía acobardarme o llorar cuando estaba en problemas o me afectaba algun dolor. Debía tener muy claro que los hombres no lloran. Honorabilidad : Si alguna chica estaba conmigo y otro chico la molestaba, tenía que defenderla a toda costa, porque al ser su acompañante, debía considerar que era una ofensa directa hacia mí. Caballerosidad : Cuando una chica llegaba donde yo estaba y no había asientos disponibles, debía ponerme en piés y ofrecerle mi lugar (en una fiesta, en una guagua, etc.), como tampoco nunca negarme a hacerle algun favor Respeto : Debía respetar a las chicas, no importara lo que ellas hicieran siempre darle la razon y no tocarla ni con el pétalo de una rosa. 

Igualmente evitar a toda costa el uso de palabras o señales obscenas. Simpatía : Ser siempre afectuoso, agradable, cariñoso y amable con las mujeres y nunca ofenderlas. Discresión : Nadie debía saber nunca que una chica me besó o se dejó besar por mí. Era una expresión de inmaduréz o hasta de homosexualidad el que alguien lo supiera por mi boca. 

Tampoco publicar hechos que involucraran a otras personas sin una autorización previa, nunca chismear. Elegancia y buena compostura : Se me entrenó dia por dia a vestir con sencilléz, ropa planchada adecuadamente, nunca rota (cosida sí, pero no rota) y con correcta combinación de colores no chillones, mantenerme constantemente aseado, usar desodorantes para evitar los desagradables olores de las glándulas axilares y algún perfume, pero sin emperifollarse demasiado ni mucho menos usar alguna prenda que pudiera causar confusión (anillos muy llamativos, pantalones muy apretados, pañuelos en el cuello, pulseritas de cuero, etc.), usar zapatos siempre limpios, nunca dejarse crecer demasiado el pelo o las uñas y nunca mirarse durante mucho tiempo en el espejo. 

Todo ese entrenamiento al cual somos sometidos los hombres desde el nacimiento y en el cual participa toda la familia, se hace con el propósito de crearnos la ilusión de que somos los reyes, por lo que tenemos que comportarnos siempre como tales y demostrarlo. Pero esto se derrumba de golpe y porrazo al segundo dia del matrimonio, cuando todavía el cansancio y la resaca del dia anterior nos agobian cuando la flamante esposa, al ver que nos preparamos para salir a la calle nos pregunta : A dónde vas ? Ahí, en ése instante supremo de nuestras vidas, sin previo aviso, se nos cae todo el andamiaje que nos habían construído desde el nacimiento, pues nos enteramos de que acabamos de perder la más hermosa de todas las cualidades que nos enseñaron a disfrutar : la libertad. 

 dr-rafaelsantana@hotmail.com

1 comentarios:

quaddusjaggers dijo...

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