viernes, 17 de julio de 2009

Día de Sorpresas

Unos minutos antes acababa de regresar a su país. Durante los últimos 24 meses había estado trabajando duro en una compañía de pesca en Alaska. Recién casado, se marchó a buscar mejores horizontes de vida y hoy mismo cumplía dos años de feliz unión matrimonial con la mujer más hermosa que Dios había podido hacer. Recordaba con felicidad la boda en la cual se brindó de todo. Aquel día, sus amigos de infancia, sus compañeros de escuela, sus padres y todos sus hermanos se divirtieron en grande.

Traía las maletas llenas de regalos para darles sorpresas a toda la familia. En realidad nadie sospechaba que él vendría tan pronto, porque tenía problemas con el visado, pero eso –“gracias a Dios"- ya lo había arreglado.

Cuando llamó desde el aeropuerto para anunciar su llegada, a ella le dio un dolor abdominal terrible. De hecho, tenía varias semanas con un malestar que la torturaba.

-Hija, estas muy nerviosa con la llegada de tu esposo, pero debes calmarte- le dijo la madre.

-Mamá, no te preocupes, que estoy tomando medicinas y sé que me sanaré-
No era así, ella se sentía cada vez peor y esto se le notaba en los frecuentes episodios de palidez de la cara, náuseas y sudoración que le venían.

Cuando él llegó, la casa se alborotó. Todos lo abrazaban y besaban en competencia por ser los primeros en hacerlo.

Ella lo miró, estaba reluciente y se le notaba muy feliz. Lucía más fuerte y una amplia sonrisa iluminaba su cara.

-Mi amor, déjame decirte delante de toda la familia, que vine a buscarte porque no aguanto más la soledad en esas tierras heladas. Quiero que sepas que compré un hermoso apartamento para nosotros vivir con los hijos que tendremos.
Traigo tu pasaporte visado y el pasaje comprado. Como me dijeron que estas algo enfermita, debemos ir de inmediato a ver a un buen especialista para que te examine. El avión sale mañana temprano hacia Alaska con escalas en Nueva York y Detroit, por lo que tendremos un largo viaje-

Al oír esto ella casi se desmaya. Todos pensaron que era por la emoción, pero en su interior se agitaban temores que la colocaban al borde del colapso, pero no dijo nada y lo abrazó con ternura. Así duraron varios segundos.

Estaban agarraditos de las manos en el consultorio, cuando el doctor vino con los resultados de los análisis y la sonografía que le había practicado. El sonreía, ella lucia patéticamente nerviosa.

-Caballero, le traigo una sorpresa. Tengo que felicitarlo porque todo indica que su esposa está embarazada de unos 2 meses- le dijo-

Ella muy nerviosa comenzó a gritar diciéndole :

-¡ Eso no es verdad, eso no puede ser verdad, usted está mintiendo- !

El médico, que un momento antes creía estar dándole una gran noticia a la pareja, se quedó pasmado.

-Bueno, eso dicen los análisis y la sonografía. De hecho, si quieren pueden buscar una segunda opinión para que lo confirmen-

El, que minutos antes la abrazaba con cariño, se había quedado petrificado en su asiento y su mirada se diluía en el aire, oyendo lo que discutían el médico y su esposa. De pronto, su rostro cambió y la sonrisa que unos instantes antes resplandecía en su cara, se diluyó. Se levantó y preguntó cuánto debía. Sacó de su bolsillo la billetera, pagó, le dio las gracias al doctor y salió del consultorio sin decir ni una palabra. Ya en la calle le hizo señas a un taxi y se montó el sólo.

El taxista sorprendido al ver que la señora se quedaba en la acera llorando, le preguntó :

-¿ Y la señora no viene con usted ?-

-No, ella no anda conmigo, sólo me acompañó hasta aquí- Por favor lléveme al aeropuerto- le contestó sin ninguna expresión reflejada en el rostro.

Llegaron al aeropuerto. La joven empleada que lo atendió le dijo que su vuelo saldría en unas 18 horas, por lo que consideraba que había llegado muy temprano.

-esperaré aquí hasta que el vuelo salga- le dijo ante la mirada atónita de ella y se sentó en uno de los asientos para el público.

No habló jamás una palabra, ni se movió del asiento, hasta que al día siguiente lo llamaron por su nombre y le preguntaron si llevaba maletas.

-No tengo ninguna y no las necesito. Hoy comienzo una nueva vida y no quiero nada que me recuerde a mi pasado- dijo muy afectado.

Al montarse en el avión, se acostó en el piso, lo besó, hizo la señal de la cruz y se sentó en su asiento ante la mirada sorprendida de los pasajeros y las camareras.

Nadie notó que dos lágrimas negras brotaron de sus ojos cansados.


rafelsantana@codetel.net.do

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