Ya eran las 11 y decidimos irnos temprano, porque teníamos temor de que algo nos pasara a esas horas de la noche.
Soy de los que no les gusta la noche para fiestas. En realidad nunca he amanecido en una de ellas. Soy afortunadamente diurno, trabajo o disfruto durante el día y descanso toda la noche.
Por eso me puedo levantar temprano y el día me rinde más que a muchos.
Íbamos saliendo del hotel apresurados. Mi mujer se abrazaba de mí por la fría brisa de invierno que soplaba desde el norte y por el angustioso silencio que reinaba en el lugar.
Yo iba tarareando la última canción que interpretó Wascar Banks en la fiesta, cuando de repente me pareció ver una sombra detrás de los carros estacionados.
-Bueno, parece que hay problemas aquí- dije. Ella se asustó, pero teníamos que enfrentarlo porque ya no teníamos tiempo de devolvernos y no había guardias de seguridad. Consideré que la cosa era seria.
-¿Qué le pasa a usted?- le gruñí algo asustado a un joven sujeto que se acercaba con una arma en la mano izquierda.
Le dije a mi mujer que se apartara un poco, mientras yo me enfrentaba al salteador.
-¿Que quieres?- le increpé. -No tenemos dinero, lo gastamos todo aquí. ¿Quieres el celular?... ¡tómalo!- Se lo acerqué con la mano derecha pero cuando ya estaba a punto de agarrarlo, giré mi cuerpo sobre la pierna izquierda, simulando que iba a devolverme y sin que el pipero se percatara de lo que hacía, le pegué una tremenda patata tipo Bruce Lee en la mano que sostenía el revólver que hizo que este volara lejos, y luego otras dos más sobre su cuerpo, que lo tumbaron al suelo.
-Mi mujer gritó –¿pero, qué te pasa…?
Yo aún no tenía conciencia de lo que estaba haciendo.
Ella encendió el bombillo de la habitación y me preguntó de nuevo. Yo le contesté “nada… nada ha pasado…”
Estaba nerviosa. Me enseñó su pierna izquierda algo amoratada por el golpe que yo le había propinado y le pedí excusas. Todo había sido una pesadilla en la cual yo gané el pleito, pero lo perdió ella. Me acosté de nuevo y al cerrar los ojos cambié el tema de aquella violenta fantasía para no repetir el último capítulo.
Esta inseguridad nos tiene tan locos a todos, que hasta durmiendo nos afecta.
dr-rafaelsantana@hotmail.com
1 comentarios:
me encanto este cuento Bravo Dr. Santana
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